La influencia del género en la falta de reconocimiento y las relaciones de poder asimétricas que sufre la Enfermería como profesión se deben fundamentalmente a la eficacia simbólica que asocia parte de los cuidados enfermeros a cualidades intrínsecamente femeninas: el papel enfermero se construyó socialmente como una continuación profesionalizada del cuidado doméstico. Como tal la Enfermería ha estado caracterizada por su invisibilidad, subordinación y ningún prestigio ni poder social.
La idea, ya trasnochada, de que las mujeres en la sociedad deben desempeñar las mismas funciones que realizan en el hogar influyó en la aparición de la Enfermería, así las relaciones de médicos y enfermeras, reflejaban la división de género en la familia victoriana.
El castigo por llevar pantalones (vestimenta masculina por excelencia) o la obligación de llevar cofia (símbolo de servidumbre) no son más que otros actos simbólicos en el intento de seguir haciendo eficaz el sometimiento. Son actos ya anacrónicos, que niegan la igualdad de hombres y mujeres y la aportación de la enfermería como profesión, al primar la relación de subordinación sobre el debate de distintos enfoques profesionales.
Desde estas líneas, ASENHOA (Asociación de Enfermeras de Hospitales de Andalucía) y ASANEC (Asociación Andaluza de Enfermería Comunitaria) queremos expresar nuestro apoyo a las enfermeras de la Clínica de San Rafael (Cádiz) en su reivindicación de que se suprima la obligatoriedad de vestir un uniforme tan estereotipado.
Como profesionales de la Enfermería, no estamos dispuestos/as a sentirnos continuamente en lucha jerárquica, queremos que se valore nuestra, ya sobradamente demostrada, aportación imprescindible en los equipos interdisciplinarios de salud, con campos propios y compartidos. Nuestro reconocimiento está viniendo y vendrá por el reconocimiento de los colectivos que atendemos, pero no podemos consentir el agravio que supone lo que ha ocurrido en la Clínica de San Rafael, que no responde a otra cosa que a un intento de perpetuar una concepción machista, antigua, retrógrada y trasnochada que no se corresponde con la realidad social de la Enfermería del siglo XXI.

 

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